En un episodio más de la tragicomedia burocrática colombiana, la Universidad del Atlántico se encuentra atrapada en una maraña de decisiones contradictorias por parte de la Sociedad de Activos Especiales (SAE). Mientras la administración del rector Danilo Hernández avanza en la consolidación de la institución como un referente académico y cultural, la SAE parece más interesada en jugar al «ahora sí, ahora no» con la entrega de la Casa Villa del Arte.
Para entender el enredo, hay que remontarse a la gestión de Melisa Obregón, representante del presidente en el Consejo Superior Universitario, y Junior Villareal, representante estudiantil de la época. Ambos lograron que la Universidad recibiera este inmueble como parte de su crecimiento institucional. Sin embargo, lo que parecía una victoria clara terminó en una incertidumbre absurda: tras invertir 399 millones de pesos en adecuaciones, la SAE decidió que, en realidad, la casa no debía ser entregada.
La pregunta que queda en el aire es: ¿por qué este cambio repentino? ¿Se trata de una simple confusión administrativa o hay intereses ocultos detrás de la reversión de esta decisión?
«La rectoría actual: claridad y firmeza ante el atropello»
La administración de Danilo Hernández no ha dudado en alzar la voz ante este atropello institucional. Mientras otros actores se enredan en trámites y excusas, la rectoría ha sido enfática en la defensa de los intereses de la universidad, exigiendo que la SAE cumpla con la entrega de un inmueble que ya había sido asignado y en el que la Uniatlántico ya invirtió recursos públicos.
Este caso es un reflejo del tipo de obstáculos que enfrentan las universidades públicas en Colombia: trabas burocráticas, falta de claridad en los procesos y decisiones arbitrarias que afectan directamente a la comunidad educativa. Lo que está en juego no es solo un edificio, sino el respeto a la autonomía universitaria y el buen uso de los recursos públicos.
El llamado es claro: la SAE debe reconsiderar su decisión y cumplir con la entrega de la Casa Villa del Arte. La Universidad del Atlántico no puede ser víctima de la improvisación estatal, y su comunidad académica merece respuestas concretas y acciones responsables.