La Universidad del Atlántico está experimentando un cambio estructural sin precedentes. La apuesta por la educación virtual, la diversificación de su oferta académica y el fortalecimiento institucional han posicionado a la universidad en un nivel de competitividad que, hasta hace pocos años, parecía lejano. Este avance, lejos de ser un fenómeno espontáneo, responde a un liderazgo claro, firme y con visión de futuro: el del rector Danilo Hernández Rodríguez.
Sin embargo, como en toda institución donde el progreso es evidente, el futuro de estos logros depende de la dirección que tome la universidad en los próximos años. Hoy, UniAtlántico enfrenta una disyuntiva clave: asegurar la continuidad genuina de un proceso transformador o arriesgarse a una transición que, sin el liderazgo adecuado, podría diluir el impacto de los avances obtenidos.
No se trata solo de dar continuidad a una gestión, sino de garantizar que esa continuidad sea con quien realmente ha demostrado liderazgo, resultados y visión. Es fácil decir que se seguirá un camino trazado, pero otra cosa es haber sido quien lo diseñó, defendió y ejecutó con éxito. La transformación de UniAtlántico debe mantenerse con el mismo impulso y dirección que ha permitido su consolidación como referente académico.
El desafío para la comunidad universitaria es diferenciar entre una verdadera consolidación del proyecto y un simple relevo que, sin el liderazgo adecuado, podría afectar la estabilidad y el desarrollo de la institución. Y es ahí donde la estabilidad institucional juega un papel crucial. No basta con preservar un proyecto; hay que garantizar que quienes lo encabezan tengan la capacidad y la autoridad moral para seguir construyendo sobre lo ya cimentado.
Por eso, más allá de la coyuntura, es momento de plantear con seriedad la necesidad de revisar el Estatuto General de la universidad. No como un acto personalista, sino como una estrategia responsable para evitar que los procesos exitosos sean interrumpidos por límites normativos que no siempre responden a las necesidades institucionales. Si la transformación de UniAtlántico ha demostrado ser efectiva bajo un liderazgo, lo lógico y sensato es permitir que dicho liderazgo tenga la posibilidad de consolidarse.
En esta encrucijada, la Universidad del Atlántico tiene una decisión que tomar: seguir avanzando con quien ha demostrado capacidad y resultados, o confiar en una transición que podría no garantizar la misma solidez. El futuro de la institución merece ser construido con liderazgo probado, no con incertidumbre.