Por Jaime Colpas Gutiérrez, profesor de Uniatlántico, candidato a doctor en Ciencias Humanas.
La crisis patológica de la Universidad del Atlántico que se tomó el interés de los principales medios por la dramatización de su acontecer como las comedias de Moliere, cumple –óigase bien- dos décadas de vida, con la que podemos recibir el “Records Guinness en crisis Institucional”.
Pero: ¿Cuándo comenzó la crisis estructural con sus 8.760 discontinuos y zigzagueantes días? Esta como el fantasma panzón y amistoso, Gasparin estalló durante la Rectoría de Fedro Falco Salcedo cuando el Dr. Ricardo Varela Consuegra a la sazón Contralor del Atlántico cuestionó públicamente el desorden administrativo y espinoso panorama financiero de la Alma Máter.
El diario El Tiempo disparó las alarmas ante el MEN y autoridades departamentales, así: “El informe presentado por la Contraloría sobre la más importante institución de educación superior pública en la Costa, dice que a pesar de los avances logrados en la implementación de estudios en Uniatlántico se advierte el incumplimiento de los objetivos administrativos, el saneamiento financiero, la falta de implementación de planes de investigación, de capacitación de docentes y mejoramiento de la calidad (24 de junio de 1995)”. Entonces, Falco le respondió al principal diario de la Nación que el “informe era preciso y oportuno y que “los culpables deben responder” (28 de junio de 1995).
Así apareció el caballo de Troya de la crisis que beneficia a la casta de burócratas y profesionales de la politiquería, clientelismo y corrupción administrativa, y, afecta la imagen de “Mí Universidad” (Así empezaba sus discursos el ex Rector bolivariano Esteban Páez Polo a comienzos de los 80), expuesta a la picota pública por el férreo fariseísmo, oportunismo e indiferencia de la comunidad académica indolente.
El déficit presupuestal y deterioro creció junto a las constantes protestas de estudiantes, profesores y trabajadores, irrumpiendo los “dolientes de la crisis” y radicales de capuchas, pasamontañas, papas con tecnología de piedras y el discurso maquiavélico del pasquín en la otrora sede centro de 20 de julio. Los que presionaron la salida de Falco que obró como reyezuelo, ya que creó programas sin planeación, dudoso respaldo presupuestal y laxitud en la aplicación del decreto ley 1444 del régimen salarial y prestacional, que, disparó el déficit presupuestal y pasivo pensional; beneficiándose a un grupo de profesores con astronómicos sueldos superiores al salario de científico Elkin Patarroyo de UN. Los “SUPERPATARROYOS”, jubilados como socialbacanes de estaderos de salsa, abalorios, tiendas y centro comerciales.
En medio de violentas tomas de rectoría, huelgas de hambre, denuncias de corrupción, alteración del orden público y estallidos de papas calientes como si se tratara de fiestas patronales, lo reemplazó el Rector José Joaquín Andrade Álvarez Teólogo y filosófico escolástico de Universidad Gregoriana de Roma. Recuerdo que al posesionarse llegó muy orondo a saludarnos en el atardecer del 28 de agosto de 1995 en la destartalada sede vieja; cuando la UA incumplía a sus acreedores por la deuda de 1.500 millones de pesos.
En ese año se había inaugurado la primera etapa de la ciudadela durante la gobernación de Gustavo Bell (Bloque A) y se compró un bus y una buseta que abandonaron cinco años después cuando se ahondó la crisis en la administración de Ubaldo Enrique Meza por falta de repuestos. Sus choferes hoy son guardianes de Bellas Artes a punto de ser jubilados.
El Tiempo lo entrevisto el día de las brujitas, por lo que dijo: “Se pusieron en marcha tres puntos, el primero es ordenar la gestión dentro de la universidad para mejorar la definición de los procesos y funciones en el manejo financiero. El segundo es la descentralización para delegar por jefes de departamentos y el tercero la reglamentación para que toda decisión se haga con base a una norma preestablecida” (31 de octubre).
José Joaquín Andrade es el Rector académico más honesto de las últimas dos décadas. El 2 de enero de 1996 presentó su renuncia al gobernador Nelson Polo presidente del CSU, debido a que: “la Rectoría de la Universidad del Atlántico es muy absorbente, y no se puede hacer investigación ni docencia… sólo administrar y pagar la nómina a los profesores” (El Tiempo, enero 4 de 1996).
Con la fugaz salida de Andrade Álvarez empezó a rodar la crisis como la canción la Rueda de Franky Ruíz (“Tu eres la rueda, yo soy el camino… tu rodaras porque ese es tu destino”…), que hoy arrasa la precaria institucionalidad y puede devorar la ley 550 según el economista Jorge Marún Chaín: “existe un déficit de tesorería del 34 % (zonacero.info, 21 de agosto de 2015)”, si no se elige pronto al Rector Académico en Propiedad, que, no llegue con antifaz para sacar dividendo con su equipo de burócratas oportunistas, ó, a jubilarse por una edad cercana a los 65 años como pasó con la Rectora Interventora Ana Sofía Mesa. ¿Porque, se puede repetir la historia del modelo del Rector Interventor ante la incapacidad del autogobierno con responsabilidad social, misión académica y cumplimiento del plan de desarrollo?
Lo sucedió el Rector Armando Zabaraín Manco cuando el panorama se ennegrecía, administrando la crisis con una de cal y otras de arena; quien fue relevado por el Rector elegido por una consulta de profesores y estudiantes, el economista Ubaldo Enrique Mesa, a finales de 1997. Pero su interés de impulsar un proyecto académico de envergadura mítica se oscureció por las amenazas y asesinatos de profesores, jubilados y estudiantes, y astronómico crecimiento del déficit financiero. Por ello, en el 2001 El Tiempo intituló: “U. DEL ATLÁNTICO, BOTÍN DE $100 MIL MILLONES (20 de mayo)”.
Desde 2001 hasta el 2006 tuvimos Rectores encargados volátiles como veletas y dóciles a los intereses de los grupos clientelistas y politiqueros (internos y externos) que devoraron lo poco que quedaba de la lacena presupuestal como Juan Romero Mendoza (quien firmó el leonino convenio de concurrencia que en aceleró la crisis financiera de UA), Robinson Flórez (el más fugaz), Jorge Báez Noguera, José Luis Ramos y Paola Amar, hasta que la Nación intervino con la ley 550 designado a Ana Sofía Mesa de Cuervo como “Rectora Interventora” en el 2006. Esta recibió a la Alma Mater con la deuda de 187.000 millones de pesos. Largas mesadas sin pagar a jubilados, profesores, contratistas y acreedores, así como varios años de retraso en calidad académica.
Su misión era de “pagar los pasivos pensionales, demandar las pensiones irregulares, sanear las finanzas para encarrilar la institución por la acreditación de calidad, ampliación de la cobertura y aprobación del plan de desarrollo 2011-2019. Sin embargo, la prórroga de la ley 550 hasta el 2020 por los escenarios financieros negativos, evidencian que en materia financiera no logró toda la meta deseada. Aun cuando dejó un legado normativo y administrativo de corte centralista que va contra de la lógica descentralista del Rector filósofo José Joaquín Andrade, quien dijo; “la descentralización dentro de la misma institución para delegar a los jefes de departamentos y a los cuerpos docentes los fines misionales”; como existen en las instituciones con modelo organizacional flexible y autorregulado, posicionadas con estándares de calidad, relación con la sociedad e internacionalización.
Fue elegida en el 2010 como Rectora en propiedad, sin participar en la consulta profesoral y estudiantil ganada por el destacado científico cordobés Dr. Salim Mattar Velilla. En el 2012 cumplió 65 años y tuvo que liderar una frontal batalla judicial para sostenerse en el cargo por el retiro forzoso Colpensiones que ordenó reconocerle su pensión de vejez.
Así renació la crisis de gobernabilidad al revivirse el fallido modelo del Rector encargado en septiembre del 2014, al ser escogido por tres meses el economista Rafael Castillo Pacheco hasta tanto se eligiera a un “Rector en propiedad”. Lo cual motivó el resurgir de la utilitarista izquierda enfrentada a la casta de la extrema derecha patrimonialista que explotó el poder desde el 2006; ante la mirada impávida del Consejo Superior que ha sido inferior a las circunstancias actuales de las tendencias educativas del siglo XXI; y a su Presidente Antonio Segebre: “El más bufónico y negligente de la última década”.
Los cuales no visionaron el efecto nocivo de la crisis de gobernabilidad que pulverizó al Rector encargado y que trajo en su remplazo a la Rectora encargada Rafaela Vos Obeso; a quien designaron por descarte para ser la garante de la escogencia del Rector encargado, detenido por un fallo judicial. Aunque su nombramiento generó optimismo en algunos sectores universitarios y sociales. En cambio, la designación apresurada de su equipo de vicerrectores despertó mucho pesimismo, -porque se rodeó de figuras desgastadas en edad de retiro pensional, concentración de funciones y roscograma generacional-.