Las redes sociales, hoy por hoy, se han transformado en un espacio de enorme relevancia para que tanto las organizaciones como las personas interactúen, deliberen, compartan experiencias e intereses y, ¿por qué no? desplieguen acciones que logren incidir en la correlación de fuerzas políticas en una coyuntura dada.
Desde ahí, en esos entornos virtuales, se generan a una velocidad trepidante nuevas comunidades para las que por supuesto no existen barreras geográficas porque la fuerza que las vincula es la decisión de pertenencia y la identificación con temas y causas, sin importar cuán distantes se encuentren los integrantes de esa comunidad virtual.
A través de esos vertiginosos vehículos virtuales, se construyen y proyectan imágenes; se derrumban reputaciones personales o corporativas; se conforman grupos de trabajo, presión o interés; se construyen y se difunden saberes; se organizan y se convocan poderosas movilizaciones sociales que han sacudido o incluso derrumbado varios regímenes políticos. Precisamente alguno de los jóvenes que logró a través de las redes sociales detonar un poderoso movimiento social señalaba cómo ellos habían convocado por Twitter, se pudieron organizar por Facebook, y habían difundido el movimiento a nivel mundial vía YouTube.
Hace no muchos años no existían teléfonos celulares, ni Twitter, ni Facebook; por supuesto no había BlackBerry o Iphone; no pensábamos en diseñar un blog, consultar Wikipedia, hacer amigos a través de Facebook, buscar a través de Google, twittear lo que nos esta pasando o subir un video a YouTube. Pero hoy en nuestro lenguaje diario hay un gran cúmulo de nuevos conceptos y realidades en la vida cotidiana de millones de personas: Sociedad – red, Estado – red u organización – red; mundos virtuales, avatares, comunidades en red, información en tiempo real, comercio virtual, organización 2.0. etc.
En el mundo financiero –gracias a la conectividad virtual— no es una exageración decir que gigantescos capitales “desayunan en Tokio, comen en Nueva York y terminan cenando en Singapur”. Ya se discute si debe incluirse en la actual generación de los derechos humanos el derecho a un adecuado acceso a internet.
Las redes sociales se han convertido en espacios privilegiados no sólo para comunicar sino para hacer negocios, conocer gente, construir comunidades y –no lo podemos pasar por alto– para crear o fortalecer las bases sociales de credibilidad, confianza y legitimación.
Siendo esta la nueva realidad, se convierte en una exigencia impostergable para cualquier organización incursionar en estos entornos virtuales. Las organizaciones se están viendo obligadas a abordar estos espacios privilegiados de interacción para hacer escuchar su voz, tener presencia y potenciar su capacidad de incidencia en los campos y con los sectores sociales de su interés.
En el mundo de la educación, por ejemplo, las redes terminarán transformando radicalmente los enfoques y paradigmas prevalecientes hasta el siglo pasado, ya que en el llamado tercer entorno se puede acceder a campus virtuales, en los que se ofrece educación no presencial y asincrónica. Más aún, el fenómeno de estas tecnologías terminará por alterar en la función tradicional del magisterio, de la escuela, del libro y del salón de clases; para desarrollar una educación centrada en los intereses de quien aprende, no de quien enseña.
En el mundo de la política cambió radicalmente la forma de planear las campañas políticas, ahora es posible identificar y comunicarse de manera inmediata con los electores, hacer llegar los mensajes indicados a los grupos de interés. La tecnología nos brinda la oportunidad de conocer el sentimiento y los intereses de la sociedad en general para decidir acciones políticas específicas. Desde las redes sociales se han construido campañas políticas exitosas que dan como resultado la llegada al poder del cierto candidato y por consiguiente un sentimiento de construcción en equipo, pertenencia y compromiso con el proyecto político y social que encabeza.
Por parte del gobierno digital se exponen los resultados día a día, hay transparencia y rendición de cuentas de forma más directa y menos burocrática, una comunicación inmediata entre personas e instituciones que ayuda a resolver dudas o bien a promover programas, aterrizar mensajes específicos y realizar múltiples trámites en línea.
En cuanto a las instituciones, estas han facilitado al ciudadano el acceso a la información. Las redes sociales han facilitado la rendición de cuentas y la transparencia en los procesos y a su vez le han dado la capacidad de integrar a nuevos miembros a su comunidad, así como establecer lazos con grupos o personas interesados en el mismo tema, lo que ha permitido una mayor y mejor retroalimentación en cada sector.
En el mundo virtual hay que aprovechar las redes sociales y aprender a utilizarlas a nuestro favor y para nuestras propias causas, definir estrategias específicas y entenderlo como otro entorno diferente donde no importa lo que somos en el mundo tangible, hay que dedicarle tiempo, recursos, esfuerzo e inteligencia para construir una comunidad fuerte con capacidad de influencia.
Para el sindicalismo en general y para el SNTE en particular el reto consiste en lograr pasar de la fuerza y el poder que se ha construido “en tierra” al desarrollo de nuevos modelos de incidencia, sociabilización y comunicación en el entorno virtual. Pasar de la pancarta y la consigna en la calle al ciberactivismo en las redes sociales.
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p style=»text-align: justify;»>El mundo virtual no regala nada, no respeta nombres ni marcas, ni prestigios… se tiene que ganar poco a poco ese respeto y esa posición mientras se generan contenidos valiosos, actuales e innovadores que logren tocar fibras emocionales, construir nuevas alianzas ampliando el radio de acción sindical, alentar la participación y movilizar nuevas militancias, simpatías y adhesiones.