POR GASPAR HERNANDEZ CAAMAÑO
EL TRIANGULO DEL AMOR.
Una de las fuentes que alienta esta columna son los sucesos que hacen noticias, locales como internacionales. Por ello la longevidad de la misma sobre el eterno tema del amor entre los seres humanos, del cual como enseñó Jorge Luis Borges, no se puede prescindir, pues todos y todas preferimos pecar de amor, a no ser pecadores. Es mejor amar que no padecerlo.
Por ello sigo reflexionando, pedagógicamente, sobre los detalles que se vienen conociendo sobre la existencia de un triángulo amoroso que, presuntamente, causó el crimen del forense en el barrio Cevillar de Barranquilla. En el amor, como romance, el triángulo siempre es peligroso por ser la geometría de la aventura. No conozco aventura que no alimente peligro. La vida misma es un peligro, por eso su sabrosura y su aprendizaje. Aprender a vivir es una tarea amorosa. O no?.
Pero el triángulo mortal de Cevillar sobre es el pretexto para comentarles la teoría del psicólogo gringo Robert Stenberk, profesor de la Universidad de Yale, expuesta en su libro EL TRIANGULO DEL AMOR (editorial PAIDÓS). Ese triángulo lo integran tres líneas que convergen en sus vértices. Son la línea de LA INTIMIDAD, la de LA PASION y del COMPROMISO. Dicho triángulo se conforma en toda relación amorosa de pareja, matrimonial o no.
La pasión, en el matrimonio monogamico, se acaba máximo a los 20 años de vida conyugal (20 años no son nada, dijo el tango inmortal); o a los 2 años de convivencia. La intimidad, entendida como comunicación entre la pareja, también se acaba como consecuencia de la extinción de la pasión. Y solo queda el compromiso con la familia fundada. Los hijos son la familia. El amor fundacional solo vive en los hijos. Son ellos el amor. Y también el compromiso. Amen a sus hijos, son ellos el compromiso vitalicio de aquél amor apasionado e íntimo. He dicho!