Colombia, Estados Unidos y la sombra del Imperio ¿Sometimiento o Despertar?

El reciente enfrentamiento entre el presidente de Estados Unidos Donald Trump y Gustavo Petro no es un simple roce diplomático. Es el síntoma de un mundo que está mutando, de un sistema que se resquebraja y de una Latinoamérica que, aunque aún titubeante, empieza a mirarse en el espejo sin miedo.

Petro decidió bloquear la entrada de aviones con colombianos deportados desde EE.UU. No fue un capricho. Fue una reacción a décadas de humillación disfrazada de “relaciones bilaterales”. Fue un gesto que, aunque breve, incomodó al gigante del norte, que respondió con lo único que sabe hacer cuando alguien le lleva la contraria: amenazas y sanciones.

Estados Unidos ha jugado por décadas el papel del padrastro severo, dictando normas, castigando desobediencias, y usando a Latinoamérica como su patio trasero. Su política hacia la región nunca ha sido de respeto, sino de conveniencia. Lo vemos en la historia: el golpe a Allende en Chile, la invasión en Panamá, el bloqueo a Cuba, el intervencionismo en Venezuela. ¿Y ahora qué? ¿Vamos a seguir bajando la cabeza?

Pero aquí está lo interesante: el mundo ha cambiado. La vieja política de imposición, de centralismo brutal, de economías dependientes, se está desgastando. Hay un nuevo movimiento global que ya no acepta órdenes sin cuestionarlas. Petro representa esa chispa incómoda, ese desafío al guion preestablecido. No es solo un acto de gobierno, es un símbolo de algo más grande: la lucha por el derecho a decidir nuestro propio destino sin la sombra de Washington dictando cada paso.

El problema no es solo Estados Unidos. También somos nosotros. Nuestra cultura del sometimiento, del “mejor no incomodar”, del “es que sin ellos no somos nada”. A los imperios no se les enfrenta con discursos, sino con dignidad y estrategia. ¿O acaso China y Rusia han esperado permiso para jugar en el tablero global?

Este choque entre Petro y Trump es apenas una muestra de la batalla más grande: la de las naciones que buscan su voz en un mundo que ya no es unipolar. El verdadero dilema es si Colombia está lista para jugar un nuevo papel en la historia o si seguirá en su zona de confort, esperando la bendición de la Casa Blanca.

El reloj avanza, el mundo cambia, y la pregunta es inevitable: ¿seguiremos siendo una estrella apagada en la bandera de otro, o nos atreveremos a brillar por cuenta propia?

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