Por:JIBS
I. «La Barranquilla que nos muestran vs. la que vivimos»
Si hay algo en lo que Barranquilla es líder, es en su buena publicidad. Nos venden la idea de una ciudad en crecimiento, con grandes obras y desarrollo. Alejandro Char ha sabido construir esa imagen de «alcalde trabajador», pero en la calle la gente se pregunta: ¿realmente estamos mejor?
En medio de las luces del Carnaval y los rascacielos modernos, hay barrios olvidados, inseguridad creciente y denuncias de corrupción que ponen en duda el modelo de ciudad que nos han querido vender.
II. «Corrupción: denuncias que preocupan»
Héctor Amaris Rodríguez, un hombre que durante 14 años fue pieza clave en el círculo de confianza de Alejandro Char, rompió el silencio desde Miami con una carta explosiva enviada a la Fiscalía General de la Nación.
En su declaración, Amaris no solo habla de corrupción en abstracto, sino que señala con nombre propio al alcalde de Barranquilla como el líder de una red de desvío de recursos, compra de votos y lavado de activos a través de empresas fachada. Sus acusaciones incluyen a funcionarios de la Alcaldía, empresarios y aliados políticos de Char.
Según Amaris, los esquemas de corrupción habrían operado bajo un modelo de impunidad bien estructurado, donde contratos públicos eran adjudicados a empresas vinculadas al clan Char, desviando millones de pesos que debían beneficiar a la ciudad.
Los casos mencionados en su declaración incluyen:
Triple A: supuesta apropiación indebida de activos mediante contratos manipulados.
IARCO: licitaciones amañadas para favorecer a empresas del círculo de Char.
Aida Merlano y la compra de votos: Amaris asegura que tiene nuevas pruebas sobre la financiación ilegal de campañas políticas y la obstrucción de la justicia.
Súper Tiendas Olímpica: presunto lavado de dinero y triangulación de recursos ilícitos dentro del conglomerado empresarial de los Char.
Pero la carta de Amaris va más allá de las acusaciones. También hace una denuncia personal: su padre, según él, fue condenado injustamente por un delito que no cometió, y ahora busca limpiar su nombre. Además, reconoce que al revelar esta información pone en riesgo su vida y la de su familia, por lo que ha solicitado protección a la Fiscalía.
Más allá de su credibilidad, las revelaciones de Amaris abren un debate urgente: ¿es posible que un entramado de corrupción de este nivel haya operado en Barranquilla sin que nadie lo detuviera? Y si es cierto, ¿cuánto dinero de los barranquilleros se ha perdido en el camino?
III. «La inseguridad: un problema que sigue creciendo»
Pero más allá de los temas administrativos, lo que más siente la gente en el día a día es la inseguridad.
Robos constantes en el transporte público y en las calles.
Bandas organizadas que controlan sectores de la ciudad.
Una sensación de miedo que antes no era tan fuerte.
El desarrollo de una ciudad no se mide solo en nuevas avenidas o edificios modernos, sino en la tranquilidad de su gente. Y en ese aspecto, Barranquilla tiene una deuda pendiente.
IV. «La política como negocio»
Uno de los grandes problemas de Colombia es que muchas ciudades parecen tener «dueños». Familias que llevan décadas en el poder, manejando la política como si fuera una empresa privada.
El clan Char es una de esas familias. Con gran influencia en la política y en los negocios, han consolidado su poder en Barranquilla y en el Atlántico. Y ahora, con las nuevas denuncias en su contra, surge una pregunta incómoda: ¿es bueno que una sola familia tenga tanto control sobre una ciudad?
V. ¿Qué sigue para Barranquilla?
Las denuncias de corrupción deben ser investigadas a fondo. Si hay responsables, que respondan ante la justicia. Pero más allá de eso, los ciudadanos tenemos que preguntarnos:
¿Nos conformamos con el desarrollo que nos muestran en redes sociales o exigimos soluciones a los problemas reales?
¿Vamos a seguir votando por las mismas caras sin cuestionar?
¿Estamos dispuestos a exigir transparencia en el manejo de los recursos públicos?
Barranquilla tiene un enorme potencial, pero su futuro depende de que la ciudadanía esté informada, crítica y dispuesta a participar en las decisiones de la ciudad.
El progreso no puede ser solo una imagen bien vendida. Debe sentirse en las calles, en la seguridad, en la calidad de vida de todos, no solo de unos pocos.