Respuesta al análisis de Frank Soto sobre la consulta rectoral

Por: Jaime Ivan Borrero Samper 

He leído con atención el análisis realizado por el señor Frank Soto, en el cual se pretende relativizar el triunfo de Danilo Hernández en la consulta universitaria del pasado 2 de octubre. Con el debido respeto, debo señalar que las conclusiones allí expuestas no corresponden a una lectura rigurosa de la realidad y, por lo tanto, requieren ser aclaradas.

Los resultados de la consulta son contundentes y no admiten lecturas acomodadas: Danilo Hernández fue el ganador indiscutible. Obtuvo 6.345 votos, una cifra muy por encima de cualquier otro aspirante y con un margen que, por sí mismo, marca una tendencia clara e irreversible frente al resto.

Se han esbozado interpretaciones que pretenden relativizar este triunfo. Sin embargo, un análisis riguroso demuestra lo contrario:

1. «Consulta no vinculante, pero políticamente decisiva»

El señor Soto sostiene que la consulta es un simple insumo, al no ser jurídicamente obligatoria para el Consejo Superior. Si bien es cierto que el acto final recae en este órgano, también lo es que su valor político y simbólico es incuestionable.

La consulta es el mecanismo mediante el cual estudiantes y docentes —los actores fundamentales de la vida universitaria— expresan su voluntad. Ignorar ese mandato sería un desconocimiento de la democracia universitaria y un golpe a la legitimidad del proceso.

2. El argumento de la “suma aritmética” carece de fundamento.

Soto plantea que, si se suman los votos de los cuatro candidatos restantes, estos duplican los de Danilo Hernández. Ese razonamiento es falaz, porque la política no se mide por sumas mecánicas de votos entre adversarios divididos. Cada candidato representa proyectos distintos, visiones diferentes y hasta corrientes irreconciliables. Pretender unirlos en un bloque ficticio es desconocer la pluralidad del electorado.

La única suma que vale en democracia es la que logra cada candidato en las urnas por mérito propio. Y en ese escenario, Danilo Hernández no solo ganó: lo hizo con el doble de votos que su competidor más cercano, lo que lo convierte en el legítimo representante de la mayoría relativa y absoluta del electorado.

Como bien dice la fábula: “Las uvas están verdes, dijo el zorro cuando no las pudo alcanzar”. Así suenan hoy algunos análisis que, incapaces de explicar la magnitud de la victoria, intentan reducirla con argumentos acomodados.

3. El “aparato administrativo”: un mito recurrente.

Soto también insinúa que la ventaja del rector se explica por el “aparato institucional”. Nada más alejado de la realidad. Los resultados reflejan un respaldo auténtico y orgánico de la comunidad universitaria a una gestión que ha demostrado logros en investigación, acreditación de programas, bienestar estudiantil e infraestructura.

Además, conviene recordar que no todos los miembros de la actual administración acompañaron con lealtad la candidatura de Danilo Hernández. Por el contrario, varios fueron inconsecuentes y hasta desleales con su propio líder, lo que hacía más difícil el camino hacia la reelección. El triunfo, por tanto, no puede atribuirse a un supuesto aparato: se obtuvo a pesar de esas resistencias internas, y gracias al voto libre y consciente de estudiantes y docentes.

4. Fragmentación y oportunidad política: el verdadero dato.

Otro punto del análisis de Soto es que la fragmentación de la oposición abriría una oportunidad política en el Consejo Superior. La realidad es exactamente la contraria: esa fragmentación no es un accidente, sino el reflejo de la ausencia de liderazgo alternativo sólido.

Ningún otro candidato logró convocar ni siquiera la mitad de los votos de Danilo Hernández. Eso muestra que el rector no solo ganó: lo hizo frente a una oposición dispersa, sin cohesión y sin proyecto común.

5. La lectura política real.

Finalmente, Soto interpreta que la universidad está dividida y que la mayoría apuesta por la “opción de cambio”. Lo cierto es que la consulta no deja una universidad dividida: deja una universidad con una mayoría clara que respalda la continuidad y una minoría atomizada en múltiples candidaturas.

Quien intente presentar este triunfo como débil ignora que, en política, el liderazgo se mide por la capacidad de sumar y convocar. Y Danilo Hernández fue el único capaz de hacerlo en proporciones significativas.

Conclusión

El 2 de octubre no solo se eligió un ganador: se consolidó un liderazgo. La comunidad universitaria habló con contundencia, y su mensaje fue inequívoco: Danilo Hernández es el rector que cuenta con la confianza y el respaldo mayoritario.

Ahora el Consejo Superior tiene la responsabilidad de honrar esa voluntad. No hacerlo sería desconocer el principio fundamental de la democracia universitaria: respetar la decisión de quienes viven y construyen la Universidad día a día.

Por ello, con respeto pero con firmeza, debo decir que el análisis de Frank Soto carece de solidez y desconoce la magnitud del respaldo recibido. La realidad es una sola: la consulta fue un triunfo claro de Danilo Hernández y debe ser respetado como tal.

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