Por Jaime Ivan Borrero Samper
Vea, Frank… yo ya había prometido no explicarle más estos temas, pero usted insiste en confundir las cosas, así que hagamos el esfuerzo, una vez más, para que todos entendamos.
Usted publicó que, como la docencia ad honorem no genera salario, las universidades no están obligadas a pagar seguridad social. Hasta ahí, vamos bien.
Pero el problema, querido Frank, es que Leyton Barrios nunca fue docente ad honorem en la Universidad Americana ni en la Universidad de Salamanca.
«Lo que dicen los papeles (y los papeles no mienten)»
El propio Barrios presentó dos certificaciones donde la Universidad Americana y la Salamanca afirman que tuvo un vínculo civil mediante órdenes de prestación de servicios. A continuación puede tener acceso a las precintadas certificaciones.
¿Eso qué significa?
Que no fue un voluntario, sino un contratista, es decir, alguien que recibía honorarios y, por tanto, sí debía cotizar a seguridad social.
Y aquí viene la parte interesante:
La misma Universidad Americana certificó oficialmente que Leyton Barrios no tiene ni tuvo vínculo alguno con esa institución. A continuación
Entonces, ¿cómo se explica esa certificación de servicios docentes?
¿Fue un error administrativo? ¿Una confusión de buena fe? ¿O algo que todavía debe aclararse?
«Los aportes lo dicen todo«
El certificado de seguridad social muestra que durante esos años solo cotizó en la Alcaldía Distrital de Barranquilla y en la Rama Judicial. Ninguna universidad aparece como aportante.
Es decir, no hay evidencia de ese supuesto contrato civil de docencia.
Y si no hubo aportes ni vínculo real, las certificaciones, cuando menos, ameritan una explicación detallada. Así de simple.
«El debate no es sobre la docencia ad honorem, Frank»
Nadie discute que enseñar sin cobrar sea un acto noble.
El punto aquí es otro: no confundir la generosidad académica con los atajos administrativos. Porque una cosa es servir por honor, y otra muy distinta es pretender acreditar méritos sin que el soporte coincida con la realidad contractual.
«En conclusión, mi querido Frank…»
La próxima vez que quiera dar una lección de derecho laboral, recuerde revisar bien las pruebas.
Leyton no fue docente ad honorem, ni contratista visible, ni mucho menos voluntario ejemplar.
Fue simplemente alguien que, quizás, intentó sumar puntos en el tablero equivocado.
Y eso, estimado amigo, no es un acto de honor…es un acto de creatividad jurídica.