Legitimidad sostenida con argumentos, no con saliva

Por Jaime Ivan Borrero Samper 

El reciente texto del señor Frank Soto, titulado “Legitimidad sostenida con saliva”, pretende mostrar una supuesta pérdida de legitimidad del actual rector-candidato, basándose en una lectura sesgada y descontextualizada de los resultados de la consulta universitaria. Sin embargo, más que un análisis, su escrito refleja un profundo desconocimiento de la normativa que regula el proceso y del papel que realmente cumple la consulta en el marco de la designación del rector.

1. La consulta no es una elección, es un mecanismo de participación

El primer error del señor Soto es confundir una consulta no vinculante con un proceso electoral. El Acuerdo Superior 000023 de 2025 lo deja claro: la consulta es un instrumento de participación democrática que orienta, pero no determina la decisión del Consejo Superior.

Reducir su alcance a una “elección fallida” es desconocer el marco jurídico que rige la autonomía universitaria y el sistema de gobierno de la Universidad del Atlántico.

2. El 77.5% del profesorado no “le dio la espalda” al rector

Aquí se revela el verdadero error o la verdadera intención del señor Soto.

Afirmar que el 77.5% de los docentes votó “en contra” del rector es una falacia matemática y conceptual.

En la consulta participaron varios candidatos más de cinco, y naturalmente, el voto se distribuyó entre distintas opciones.

Eso no significa rechazo, sino pluralidad democrática.

De hecho, el rector obtuvo el mayor respaldo global de la comunidad universitaria (docentes, estudiantes y trabajadores), lo que evidencia una legitimidad amplia, no fragmentada.

Si aplicáramos la lógica de Soto a cualquier elección con múltiples candidatos, ningún presidente, gobernador o rector en la historia tendría legitimidad.

3. La legitimidad no se mide con porcentajes, sino con resultados de gestión

La legitimidad real no se mide en cifras momentáneas, sino en procesos, resultados y confianza institucional.

Durante estos años de gestión, la Universidad del Atlántico ha avanzado como nunca antes en infraestructura, acreditación, investigación, bienestar, movilidad y participación.

Eso se llama legitimidad ganada con trabajo, no con discurso.

Reducir cuatro años de gestión a una operación aritmética es, en el mejor de los casos, ignorancia; en el peor, manipulación.

4. El desgaste político lo tienen los oportunistas

Soto habla de “desgaste político, institucional y ético”.

Pero olvida mencionar que gran parte de ese “desgaste” ha sido provocado por quienes, incapaces de construir una alternativa seria, se dedican a erosionar la institucionalidad desde la calumnia y la desinformación.

El verdadero desgaste no está en la administración, sino en quienes ven en la universidad un botín político y en la consulta un campo de revancha.

5. La responsabilidad histórica del Consejo Superior es preservar la estabilidad

Decir que el Consejo debe “leer el mensaje del profesorado” suena bien, pero es una lectura incompleta.

El Consejo Superior debe leer el mensaje de toda la comunidad universitaria, incluyendo a estudiantes, egresados y trabajadores.

Y ese mensaje fue claro: la mayoría absoluta de los sectores respaldó la continuidad del proyecto académico y administrativo que hoy lidera el rector.

Lo contrario sería fragmentar la universidad en intereses corporativos, cuando lo que se necesita es cohesión institucional.

6. Renovación sí, pero con coherencia

Todos queremos renovación, pero no a costa de destruir lo construido.

La verdadera renovación se hace desde adentro, fortaleciendo lo que funciona y corrigiendo lo que se debe mejorar.

Pretender que la renovación pasa por borrar una gestión exitosa es caer en la trampa de la improvisación.

Conclusión

El señor Soto intenta sostener su análisis con saliva, porque carece de datos, contexto y comprensión normativa.

La legitimidad del rector no se mide en likes ni en interpretaciones caprichosas; se mide en hechos, resultados y confianza institucional.

Y esos tres pilares siguen firmes.La Universidad del Atlántico no necesita más ruido político; necesita continuidad con sentido, liderazgo con visión y una comunidad que no se deje manipular por quienes confunden análisis con opinión.

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