Por: Jaime Ivan Borrero Samper
La consulta universitaria celebrada el pasado 2 de octubre en la Universidad del Atlántico dejó un mensaje claro e inequívoco: la comunidad universitaria eligió, con un margen contundente frente a los demás aspirantes, al doctor Danilo Hernández como el líder que debe continuar al frente de nuestra Alma Mater.
Este no es un triunfo personal ni de un sector particular; es la victoria de estudiantes y docentes, quienes con su voto masivo depositaron la confianza en quien ha demostrado con hechos y liderazgo la capacidad de consolidar los avances de la Universidad. A este respaldo se suman también los trabajadores y egresados, que aunque no participaban directamente en la votación, han acompañado decididamente este proceso y lo han hecho suyo como parte esencial de la comunidad universitaria.
El próximo 10 de octubre, el Consejo Superior Universitario tendrá en sus manos una decisión trascendental. Deberá escoger entre las cinco primeras votaciones de la consulta al próximo rector. Pero más allá de una formalidad procedimental, este es un momento histórico para honrar la voluntad democrática de la comunidad universitaria.
Resultaría incoherente que, en contravía del sentir mayoritario expresado en las urnas, se ignore el clamor de quienes sostienen día a día la vida académica e institucional de la Universidad del Atlántico. El mandato categórico de la comunidad universitaria es respetar el triunfo de Danilo Hernández y ratificarlo en el Consejo Superior.
A los consejeros representantes del Gobierno Nacional les corresponde actuar con coherencia frente al discurso del presidente Gustavo Petro, quien ha insistido en la importancia de respetar la decisión democrática. Ese respeto debe traducirse en un voto en favor del candidato que ganó de manera clara y legítima: Danilo Hernández.
De igual manera, los representantes estudiantiles, llamados a encarnar la voz de las mayorías, deben ser fieles al mandato que sus compañeros expresaron en las urnas, consolidando así la confianza depositada en ellos.
La comunidad universitaria no pide un favor; exige respeto. Respeto a la democracia, a la participación y a los resultados. Ignorar ese mandato sería traicionar la esencia misma de la Universidad como espacio plural, democrático y autónomo.
Hoy, con la contundencia de las cifras y la fuerza del respaldo mayoritario, la Universidad del Atlántico ha hablado. Ahora, la coherencia y la responsabilidad recaen sobre el Consejo Superior.
El mensaje es claro: la comunidad eligió, y su decisión debe ser respetada.