Por JIBS
En tiempos donde los proyectos sólidos corren el riesgo de ser saboteados por ruidos oportunistas, la defensa de las instituciones deja de ser un acto burocrático para convertirse en un acto ético.
La Universidad del Atlántico, esa “señora” de la que hablaba con justeza un rector que ha sabido conducirla con dignidad, merece ser tratada con respeto. No solo por quienes desde dentro se han beneficiado de su estabilidad académica, financiera e institucional, sino también por quienes desde fuera intentan manipularla para fines personales.
La señora Universidad del Atlántico no necesita gritos ni tutelas acomodadas. Lo que necesita es continuidad, sensatez y liderazgo. Y eso no lo garantizan ni los que llegan tarde al proceso ni quienes, tras años en cargos de poder, en representación del gobierno nacional, solo han acumulado derrotas democráticas y frustraciones mal digeridas.
Hablar de unidad no es una consigna vacía cuando detrás hay resultados. Cuando la comunidad universitaria —docentes, estudiantes, trabajadores y egresados— encuentra razones tangibles para seguir apostándole a una conducción que dejó atrás el caos, la corrupción y la improvisación, la unidad se convierte en resistencia activa.
Hoy, defender la institucionalidad es defender el derecho a no retroceder. Es rechazar la politiquería que pretende disfrazarse de participación. Es entender que la señora Universidad no puede ser botín de nadie.
Los intentos de sabotaje seguirán apareciendo, liderados por minorías ruidosas que no logran lo que buscan por las vías democráticas y recurren entonces a la judicialización como estrategia de desgaste. Pero el alma mater tiene memoria. Y quienes de verdad le sirven lo saben: el liderazgo se demuestra, no se impone.
Y aún así maúllan…
Maúllan porque no pudieron. Porque tuvieron en sus manos la oportunidad histórica de consolidar un verdadero proyecto alternativo dentro de la universidad y no supieron qué hacer con ella. Maúllan porque saben que el tiempo se les acaba y su legado es apenas una anécdota de lo que pudo ser. Maúllan porque una señora no se arrodilla ante caprichos.
El presidente Petro —a quien muchos aún seguimos creyendo y defendiendo— no puede seguir permitiendo que su representación universitaria esté en manos de fichas menores, más comprometidas con el ruido que con el proyecto político que él encarna. Ya basta de improvisaciones, de vocerías sin estatura, de cuadros que hacen daño donde deberían construir.
Porque mientras algunos se abrazan al caos para no morir políticamente, hay otros —los que sí han dado resultados— que están escribiendo historia con hechos, no con berrinches.
Y la historia, tarde o temprano, hace justicia.