FELICIDAD, EPIDEMIA Y LIBERTAD.

Por. Gaspar Hernández Caamaño.
 
Los caminos de la humanidad, cuando tuvimos conocimiento de la misma por la revolución educativa que representó la irrupción biológica del Homo Sapiens, se han transitados por las concepciones de La Felicidad.
 
Ésta como  búsqueda de acuerdo a la sentencia de la Declaración de Independencia de Estados Unidos. O como el deber teleológico establecido en el Código de Infancia y Adolescencia de Colombia, al crear el compromiso ético a la Familia, Sociedad y Estado para que niños y niñas crezcan en «un ambiente de felicidad, amor y comprensión».
 
Y tal búsqueda o deber se han presentado latente cuando la humanidad atraviesa período de crisis de salud pública como en el presente, donde asiáticos, europeos y americanos nos enfrentamos a una enfermedad que ataca mortalmente al organismo humano. La felicidad frente a la muerte. He ahí el dilema.
 
Para preservar y defender la vida buena, la orden política impartida es: aislamiento social. Un choque a la felicidad de vivir en la ciudad.
 
De ahí que mi reflexión sea para percibir el conflicto ético que representan Felicidad, Epidemia y Libertad. 
 
En ese orden, Occidente aprendió como enseñó Aristóteles, en el Libro Primero de su Ética de Nicómaco, dedicado al estudio de LA FELICIDAD, al expresar: «…Decimos suficiente no en relación con uno mismo, con el ser que vive una vida solitaria, sino también en relación con los padres, hijos y mujer, y, en general, con los amigos y conciudadanos, puesto que EL HOMBRE ES POR NATURALEZA UN SER SOCIAL». 
 
Característica humana que ya había señalado en su obra Política, al hablar de «ANIMAL POLÍTICO». Ser para vivir una vida en una polis, en una ciudad. Para Aristóteles el solitario era un desgraciado (pie de pagina de E.N. edición Gredos). 
 
Precisada, entonces, la naturaleza social, política, del hombre, resulta válido anotar el origen de pestes, como la que nos azota actualmente.
 
Para ello recurro a un párrafo de la pagina 68 del libro DE ANIMALES A DIOSES, Breve historia de la humanidad (Debate), del historiador egipcio Yuval Noah Hararí, que cuenta que: «Los antiguos cazadores-recolectores también  padecían menos enfermedades infecciosas. La mayoría de las enfermedades infecciosas que han atormentado a las sociedades agrícolas e industriales ( como la viruela, el sarampión y la tuberculosis) se originaron en animales domésticos y se transfirieron a los humanos después de la revolución industrial. Los antiguos cazadores- recolectores, que solo habían domesticado perros, se vieron libres de estos flagelos. Además, la mayoría de la gente en las sociedades agrícolas e industriales vivían en poblados permanentes, densos y antihigiénicos, focos ideales para la enfermedad. En cambio, los cazadores-recolectores vagaban por la tierra en pequeñas bandas que no podían sufrir epidemias».
 
Es decir, las epidemias son causadas por la socialización o urbanización o aglutinación de personas en ciudades en condiciones insanas. Y  tales epidemias, como la presente, provienen del salvaje mundo animal. 
 
Paradoja: el desgraciado solitario de Aristóteles era inmune a las infecciones biológicas de raíz animal. ¿He ahí la clave del AISLAMISMO SOCIAL, cuarentena, ordenado desde el poder político mundial y local para superar la pandemia del Covid- 19?.
 
Pero qué ocurre con La Libertad que, en la contemporanidad, es la característica esencial del hombre, que la filosofía francesa le otorga, más allá de su racionalidad o sociabilidad.
 
En la Declaración de Independencia de los Estados Unidos reza que todos los hombres.. «son dotados de ciertos derechos inalienables; que entre estos están la vida, LA LIBERTAD y la búsqueda de la felicidad».
 
Qué ocurre con La Libertad cuando para enfrentar la epidemia biológica del Covid-19 se ordena confinamiento casero?.
 
Es obvio que la libertad personal se reduce, para priorizar otros deberes como La Solidaridad. Y la condición social humana es limitada a la condición de un animal, mamíferos él, que debe ser arrastrado por las ordenes estatales de prevenir un mal mayor.
 
La epidemia acaba, entonces, con nuestra naturaleza social. Y de Dioses volvemos a la condición animal de obedecer o ser castigado. Se desvanece la felicidad, si no hay libertad.
 
La dialéctica del solitario agradecido de vivir en ciudades amenazadas. Emilio regresa a la naturaleza. Correo: gasparemilio0810@gmail.com
 

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