«La alianza Benedetti–Pulgar: un pacto sin ética que amenaza la autonomía de la Universidad del Atlántico»
Por: Jaime Ivan Borrero Samper
En los pasillos del poder se está fraguando una jugada oscura: Armando Benedetti y Eduardo Pulgar, dos figuras de mundos distintos pero con un mismo apetito político, buscan imponer su influencia en la elección de rector de la Universidad del Atlántico.
Uno, en representación del gobierno de Gustavo Petro. El otro, un exsenador condenado por corrupción.
Ambos, aliados hoy en un pacto que pretende someter la universidad a sus intereses, utilizando como fichas visibles a Wilson Quimbayo y Álvaro González.
Detrás de las sonrisas y los videos, lo que se esconde es un acuerdo para capturar el control institucional de una de las universidades más importantes del Caribe colombiano.
«Benedetti: el operador nacional que ahora quiere jugar en el tablero universitario»
Armando Benedetti no necesita presentación.
Ministro del Interior, exembajador, exsenador, expresidente del Congreso. Un político de oficio, hábil, con olfato y con la capacidad de moverse entre las sombras del poder.
Pero también un hombre rodeado de polémicas, denuncias de tráfico de influencias y disputas internas dentro del propio gobierno que hoy representa.
Su presencia en el escenario universitario no es casualidad.
Benedetti ha entendido que el poder no solo se disputa en los ministerios o en las gobernaciones, sino también en los campus universitarios, donde se forman las futuras generaciones y donde se concentran recursos, contratos y legitimidad social.
Lo que intenta proyectar con su respaldo a Wilson Quimbayo no es renovación, sino control político. Y lo hace como sabe: desde la estrategia, la manipulación y la percepción.
«Pulgar: el condenado que no suelta el poder«
Eduardo Pulgar Daza fue condenado en 2021 por la Corte Suprema de Justicia a 4 años, 10 meses y 25 días de prisión por cohecho y tráfico de influencias.
El país entero conoció su intento de sobornar al juez Andrés Rodríguez Cáez, en un caso que terminó siendo uno de los escándalos de corrupción más vergonzosos del Atlántico. Su carrera política parecía acabada, pero en la práctica nunca se fue del poder.
Desde hace meses se le ve en reuniones con concejales, empresarios y viejos aliados políticos.
Su figura reaparece ahora como patrocinador de Álvaro González, un hombre que pasó del charismo a Pulgar y que hoy representa el rostro de un continuismo disfrazado de renovación.
Pulgar no cree en la universidad ni en su autonomía. Cree en la oportunidad. Y esa oportunidad hoy se llama rectoría.
«Quimbayo y González: las piezas visibles del pacto»
Ni Quimbayo ni González son los verdaderos protagonistas de esta historia.
Son peones en un tablero mucho más grande.
A uno lo vende Benedetti como la cara del cambio y la “izquierda universitaria”.
Al otro, Pulgar lo proyecta como el candidato institucional, el hombre “con experiencia”.
Pero ambos comparten algo en común: su dependencia política de quienes los promueven.
No representan proyectos académicos, sino alianzas de poder.
No defienden la universidad, defienden la posibilidad de ser útiles a sus padrinos.
«El mensaje detrás de la alianza»
Benedetti y Pulgar saben que, por sí solos, no tienen los votos necesarios en el Consejo Superior Universitario.
El primero apenas contaría con dos votos del gobierno; el segundo, ninguno.
Por eso su estrategia no es aritmética, sino psicológica: hacer creer que tienen fuerza, generar ruido, confusión y presión sobre los consejeros.
El video donde Benedetti afirma “entre ellos está el ganador” no es un gesto de confianza, sino un intento de sugerir poder donde no lo hay.
Es un mensaje directo al Consejo Superior: “quítense de en medio, nosotros ya decidimos”.
Una jugada de manipulación política que subestima la inteligencia de una comunidad que ya aprendió a leer entre líneas.
«El costo ético para el Consejo Superior«
Y es aquí donde el análisis se vuelve moral.
Porque si el Consejo Superior cede ante esta alianza, no solo entregará la universidad: entregará su dignidad institucional.
Apostar por un proyecto avalado por Benedetti y Pulgar sería admitir que la academia puede ser comprada, negociada y dirigida por intereses personales.
Los consejeros deben entender que esta elección será su legado.
No podrán alegar ignorancia.
El país entero sabe quién es Benedetti. El país entero sabe quién es Pulgar.
La historia juzgará si estuvieron del lado de la universidad o del lado del oportunismo.
«La respuesta universitaria»
Los estudiantes lo dijeron sin rodeos:
“Benedetti es un traidor del gobierno nacional que quiere llevarse por delante el movimiento estudiantil de la Universidad del Atlántico. ¡La Universidad del Atlántico se respeta, carajo!”
Y ese grito resume lo que muchos piensan:
La universidad no puede ser el trofeo de ningún político.
La autonomía universitaria no se negocia ni se entrega como parte de un pacto.
«El poder no siempre gana»
La alianza Benedetti–Pulgar es la unión de dos estilos de poder: el de la influencia y el de la corrupción.
Ambos coinciden en un mismo propósito: convertir la Universidad del Atlántico en un botín.
Pero hay una comunidad vigilante, consciente, que no está dispuesta a permitirlo.
El Consejo Superior tiene la palabra.
Esta no es una elección cualquiera. Es una prueba ética, una línea divisoria entre la dignidad y la complicidad.