Cuando el Poder Triunfa sobre los Principios: El Juego Sucio de Álvaro González y Wilson Quimbayo

Por: Javier Hernández 

La alianza entre Álvaro González y Wilson Quimbayo no solo complica el escenario político a el interior de la universidad del Atlántico, sino que también plantea un serio problema de coherencia y credibilidad para ambos personajes. Wilson Quimbayo, quien se autodefinía y era percibido por muchos como la única alternativa verdadera al sistema político tradicional, ha quedado al desnudo como un político pragmático dispuesto a sacrificar sus ideales en el altar del poder. No es la primera vez que los llamados “alternativos” terminan cooptados por las maquinarias políticas que pretendían desafiar, pero este caso es particularmente grave dada la expectativa que despertó Quimbayo, que quienes sabíamos, no era ningún alternativo.

En un mundo político ideal, quienes representan al cambio y la renovación deberían mantener una congruencia férrea entre su discurso y sus acciones. Este no es el caso con Quimbayo, cuya incapacidad para mantenerse autónomo y crítico ha provocado desencanto entre sus seguidores y avivó el descrédito hacia los movimientos alternativos. La etiqueta de “alternativo” se diluye en medio de componendas que refuerzan la política de siempre y socavan la esperanza de aquellos que se llenan de ilusión.

Por otro lado, Álvaro González personifica la astucia maquiavélica llevada a su máxima expresión. Como un verdadero “príncipe” contemporáneo, él entiende que para mantenerse en la jugada política debe ser flexible en sus principios, manipulador con sus alianzas y despiadado con sus objetivos. Aplicar la máxima de “el fin justifica los medios” no es solo una elección táctica para González; es una filosofía de vida política que puede derramar consecuencias devastadoras para la legitimidad del poder que alcanza.

Esta falta de escrúpulos y honor no solo afecta a Álvaro González como individuo, sino que también refracta una cultura política enferma donde la ética se sacrifica constantemente en nombre de la ambición personal y la consolidación del poder. Cuando un dirigente se aliena de los valores fundamentales, especialmente la dignidad y la transparencia, el costo a pagar a mediano y largo plazo es la pérdida irreparable de la confianza del estudiantado. Y cuando esa confianza se quiebra, se genera un vacío que puede ser ocupado por el descontento de quienes conviven en el alma mater lo cual es peligroso para cualquier democracia universitaria.

La combinación de González y Quimbayo es, por lo tanto, una alianza que simboliza la renuncia a los principios en favor del interés personal, una dinámica que debería alertar a todos los que amamos está universidad. Es el momento de que los líderes estudiantiles y quienes apoyaron esas candidaturas el pasado dos (2) de octubre exijan claridad, transparencia y compromiso real, no versiones maquilladas y estrategias maquiavélicas que solo terminan fortaleciendo las sombras del viejo poder. El costo político de esta unión puede ser altísimo, y no solo para ellos, sino para quienes de verdad queremos una universidad libre de fuerzas externas y politiqueras.

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