
Barranquilla atraviesa una de las peores crisis de seguridad en los últimos años. El aumento del 16 % en homicidios en el primer semestre de 2024, junto con un incremento del 89 % en el departamento del Atlántico, refleja una problemática que pone en jaque la percepción de seguridad y la gobernabilidad territorial. Este artículo analiza las cifras, las causas y la necesidad urgente de nuevas propuestas para superar los retos actuales.
1. La realidad de las cifras:
En 2024, Barranquilla alcanzó una tasa de homicidios de 16,2 por cada 100,000 habitantes, la más alta desde 2016. Este aumento está vinculado a disputas entre grupos criminales por el control de rutas de narcotráfico y mercados ilícitos. Además, delitos como extorsión, hurto y amenazas han proliferado, afectando especialmente a barrios vulnerables.
Según expertos como el profesor Melamed, los «ajustes de cuentas» y la falta de hegemonía territorial entre bandas criminales son el principal motor de esta violencia. La situación podría empeoró hacia finales de 2024, proyectándose una tasa de 29 homicidios por cada 100,000 habitantes.
2. Causas y modalidades del crimen:
Factores como la intolerancia, el robo de tierras, el microtráfico y la extorsión evidencian el fracaso de estrategias tradicionales para combatir el crimen. Modalidades como el sicariato y las amenazas a empresas, incluso con el cierre de sucursales, reflejan la capacidad de los grupos armados para intimidar y ejercer control territorial.
3. Respuesta institucional y retos del actual gobierno:
La administración local apostó en 2024 por fortalecer la colaboración entre la Policía y la comunidad, y aunque se han desarticulado bandas como «Los Tectónicos», los esfuerzos han sido insuficientes para reducir significativamente los homicidios y otros delitos de alto impacto.
La falta de recursos y la limitada capacidad de respuesta frente a fenómenos de macrocriminalidad chocan con los retos actuales. Además, las estrategias de seguridad no parecen estar integradas a largo plazo con los planes de desarrollo social y económico.
OPINIÓN
Barranquilla es una ciudad vibrante, conocida por su alegría, su Carnaval y el fervor por su equipo de fútbol. Pero la realidad es que la ciudad no puede limitarse a estas postales. La capital del Atlántico enfrenta retos profundos que requieren un liderazgo visionario, capaz de priorizar el bienestar ciudadano más allá de eventos festivos y discursos tradicionales.
La situación actual parece marcar un punto de inflexión en el panorama político. La hegemonía que ha dominado la ciudad por años empieza a mostrar signos de agotamiento, abriendo la puerta a nuevas propuestas más aterrizadas, alejadas de los intereses particulares y enfocadas en construir una Barranquilla más equitativa y segura para todos.
Es crucial reconocer que los esfuerzos de las administraciones recientes han sido insuficientes. Si bien se han implementado programas de prevención del delito y reintegración social, los resultados no corresponden a la magnitud del problema. El aumento de los homicidios y la consolidación de grupos criminales demuestran que los planes han sido más reactivos que preventivos.
La seguridad no se construye únicamente con presencia policial. Es necesario apostar por una visión integral que incluya oportunidades reales para los jóvenes, inversión en educación y empleo, y estrategias más sólidas para desarticular las finanzas de las bandas criminales.
CONCLUSIÓN
Barranquilla es mucho más que sus fiestas y su pasión por el fútbol. Es una ciudad con el potencial de ser un referente de desarrollo y bienestar para sus ciudadanos. Sin embargo, para lograrlo, se requiere un cambio estructural en la forma de entender y gestionar los problemas.
La crisis actual no es irreversible. Una respuesta integral y coordinada, que combine medidas de seguridad con intervenciones sociales, es clave para superar esta problemática. Más allá de discursos tradicionales, los ciudadanos exigen acciones concretas y resultados visibles que realmente transformen su calidad de vida.