Entre la presión y la oportunidad
Estados Unidos ha decidido cerrar aún más sus fronteras. La eliminación de CBP One, el endurecimiento de la ciudadanía por nacimiento y la militarización de la frontera sur generan un impacto directo en América Latina, y Colombia no es la excepción.
Durante décadas, nuestro país ha seguido de cerca la línea política de EE.UU., especialmente en temas migratorios, de seguridad y comercio. Pero, en un mundo que cambia rápidamente, ¿puede Colombia seguir siendo solo un actor pasivo? ¿O es momento de redefinir su papel y buscar una mayor independencia estratégica?
Lo cierto es que la nueva política migratoria estadounidense no solo es un desafío, sino también una oportunidad para que Colombia se sacuda la dependencia y tome el control de su propio destino.
1. La relación con EE.UU.: ¿Aliados o subordinados?
Colombia ha sido históricamente un aliado fiel de EE.UU., desde el Plan Colombia hasta la cooperación en seguridad y comercio. Pero esta cercanía ha tenido costos:
-Dependemos en gran medida de EE.UU. como socio comercial y fuente de inversión.
-Las políticas migratorias estadounidenses afectan directamente a miles de colombianos.
-En temas de seguridad, hemos seguido estrategias dictadas desde Washington, a menudo con consecuencias internas graves.
La pregunta es: ¿seguimos por este camino o buscamos una relación más equilibrada, donde Colombia tenga mayor voz y voto?
2. Migración: Un desafío que puede ser una oportunidad
Colombia ha sido un país de tránsito y destino para migrantes, especialmente venezolanos. Ahora, con EE.UU. cerrando más sus puertas, podríamos enfrentar una mayor presión migratoria.
Pero, en lugar de verlo solo como un problema, podríamos convertirlo en una ventaja:
Atraer talento y mano de obra calificada, aprovechando la migración para fortalecer sectores estratégicos.
Implementar políticas de integración laboral y social que conviertan a los migrantes en impulsores de la economía.
Fortalecer nuestra posición como líder regional en gestión migratoria, lo que nos daría mayor peso en negociaciones internacionales.
Colombia puede decidir si ve la migración como una carga o como una oportunidad de desarrollo.
3. Diversificación de alianzas: Mirar más allá de EE.UU.
Por años, el comercio colombiano ha estado atado a EE.UU. Pero mientras Washington endurece sus políticas, otros jugadores globales muestran interés en la región.
China ha aumentado su inversión en América Latina, con proyectos en infraestructura y energía.
Europa sigue siendo un mercado clave con acuerdos comerciales vigentes.
Brasil y México han sabido jugar con mayor autonomía en sus relaciones internacionales.
¿Debe Colombia seguir dependiendo casi exclusivamente de EE.UU., o es el momento de ampliar horizontes y reducir riesgos?
La diversificación no significa romper relaciones con EE.UU., sino asegurarse de que Colombia no esté a merced de sus decisiones políticas.
4. Seguridad y geopolítica: ¿Jugar el mismo juego o cambiar la estrategia?
EE.UU. ha declarado a ciertos cárteles de la droga como organizaciones terroristas, una medida que podría abrir la puerta a intervenciones militares en la región.
Colombia, que ha sido clave en la «guerra contra el narcotráfico», debe preguntarse:
¿Nos conviene seguir alineados con las estrategias de EE.UU. si estas pueden escalar el conflicto en nuestro territorio?
¿Podemos diseñar una política de seguridad más autónoma y efectiva, sin depender de la intervención estadounidense?
La lucha contra el crimen organizado es crucial, pero debe responder a los intereses de Colombia, no a las agendas externas.
Conclusión: El momento de actuar
Colombia no puede seguir siendo un simple espectador de las decisiones de EE.UU. Es momento de:
✔️ Fortalecer su independencia económica y diplomática.
✔️ Ver la migración como una oportunidad, no solo como un problema.
✔️ Diversificar sus alianzas y reducir la dependencia de EE.UU.
✔️ Diseñar una estrategia de seguridad alineada con sus propios intereses.
La fuerza de un país no se mide por su capacidad de seguir órdenes, sino por su habilidad para tomar decisiones estratégicas.
Colombia no tiene por qué ser sumisa ni indiferente. Es momento de jugar en grande.