¿Candidatos o cazadores de poder? El futuro de la rectoría bajo la lupa

Por: Jaime Ivan Borrero Samper 

📘 Rectoría en juego – Entrega I

La Universidad del Atlántico se acerca a un nuevo proceso de elección de rector. Un momento que debería ser estrictamente académico, transparente y centrado en el mérito, se ha ido tiñendo una vez más de intereses políticos, pactos de poder y apuestas personales. No es casualidad. Cada vez que la rectoría queda vacante o en disputa, aparecen nombres y rostros que poco o nada tienen que ver con la vida universitaria, pero que llegan impulsados por padrinazgos, maquinarias y favores por pagar.

Hoy, más que nunca, la comunidad universitaria debe estar alerta. Lo que está en juego no es solo un cargo. Es el rumbo institucional de una universidad que ha logrado bajo el liderazgo de Danilo Hernández avances importantes, que ha ganado estabilidad, que ha mostrado resultados concretos en calidad, infraestructura y diálogo social. Pretender convertir la rectoría en un botín de guerra es desconocer ese proceso y arrastrar a la universidad nuevamente a épocas de crisis y manipulación.

Algunos aspirantes se han movido sigilosamente desde despachos gubernamentales, otros desde curules recientes o pasadas, y no faltan quienes, con más audacia que preparación, creen que dirigir una universidad es igual a administrar una secretaría de la gobernación o una silla en el Concejo Distrital, como si esas credenciales políticas fueran suficientes para asumir el timón de una institución de educación superior.

Pero esto no es cuestión de improvisación. No se trata de quién tiene más cercanía con el poder político local o quién se acomoda mejor a los intereses de un clan. Se trata de quién tiene una hoja de vida académica sólida, legitimidad ante la comunidad y visión institucional.

Muchos de esos nombres que suenan y que pronto se inscribirán esconden tras su aparente “vocación académica” un proyecto netamente político. Candidatos sin experiencia universitaria, sin haber pisado un salón como docentes ni haber gestionado un programa académico. La pregunta que debe hacerse la comunidad es clara:

¿Estamos dispuestos a entregar la rectoría al mejor postor, o defenderemos la autonomía y la calidad conquistada en los últimos años?

Porque sí: hay mucho que mejorar. Pero nadie puede negar que, bajo la administración del rector Danilo Hernández, la Universidad del Atlántico ha tenido avances notables. Se ha gobernado sin estridencias, con resultados visibles y una interlocución constante con sindicatos, docentes, estudiantes y entes externos. Hay estabilidad. Y eso, en el mundo universitario colombiano, vale oro.

Por eso esta serie de artículos no es un ataque a nadie, sino una defensa de lo que hemos construido. Una invitación a pensar con cabeza fría y espíritu universitario. A ver más allá de las fachadas y preguntarnos qué hay detrás de cada candidatura.

No nos equivoquemos. El cargo de rector no es una medalla para premiar a políticos reciclados. Es una responsabilidad que define el futuro académico, investigativo y ético de toda una comunidad.

La Universidad no está en venta. La rectoría no se hereda.

Se gana con mérito, compromiso y resultados.

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