Por: Jaime Ivan Borrero Samper.
La Universidad del Atlántico atraviesa uno de los momentos más decisivos de su historia reciente.
El pasado 2 de octubre, la comunidad universitaria habló con una claridad que no admite interpretaciones: docentes y estudiantes depositaron su confianza en el profesor Danilo Hernández, ratificando el respaldo a una gestión que, más allá de las diferencias, ha dado estabilidad, orden y resultados a la institución.
Ese pronunciamiento democrático, libre, legítimo y masivo, no puede ser ignorado ni reinterpretado al gusto de intereses ajenos al sentir universitario.
El mensaje de las urnas fue contundente, y toda autoridad que decida sobre el futuro de la rectoría debe hacerlo con respeto a esa voluntad colectiva.
Desconocerla sería desconocer el alma misma de la Universidad.
Durante los últimos días, la opinión pública ha conocido documentos y certificaciones contradictorias sobre la trayectoria y las condiciones de ciertos aspirantes.
Estos hechos no son simples rumores: están registrados, divulgados y analizados con rigor.
Ante esa evidencia, el Consejo Superior Universitario tiene el deber ético y legal de revisar a fondo cada antecedente antes de tomar una decisión que marcará el rumbo institucional por los próximos años.
La Universidad del Atlántico no puede convertirse en botín de apetitos políticos ni en terreno de maniobra para quienes ven en ella una oportunidad de poder y no una responsabilidad social.
Apoyar aspiraciones rodeadas de dudas, cuando existen pruebas documentadas que las cuestionan, no solo es un error institucional: es un riesgo moral para quienes las respaldan.
El Atlántico necesita líderes capaces de poner la verdad por encima de los acuerdos, hombres y mujeres que entiendan que la historia juzga con más severidad la incoherencia que la derrota.
Rectificar, cuando la evidencia y el clamor ciudadano lo exigen, no es debilidad: es grandeza.
Por eso, hoy más que nunca, la comunidad universitaria, los trabajadores, los egresados y la sociedad civil observan con atención lo que ocurra este viernes.
El país espera una decisión que honre la transparencia, el mérito y el respeto a la voluntad mayoritaria expresada en las urnas.
La Universidad del Atlántico no se vende, se defiende.
Y su futuro no puede decidirse entre sombras.