🏛️ “Crónica de una verificación mágica (en una universidad muy parecida a esta)”

Por Jaime Ivan Borrero Samper 

En una universidad muy parecida a esta, esas donde las normas se leen como poesía y los reglamentos se interpretan como metáforas, un grupo de notables decidió que la verdad no se busca: se redacta.

Allí nació una disciplina fascinante: la ingeniería documental aplicada a la conveniencia.

Porque cuando una certificación dice una cosa y otra dice lo contrario, la solución no es dudar, sino creer en ambas.

La coherencia se volvió un valor decorativo, y la contradicción, un requisito de ingreso.

La instancia que todo lo valida

En esa universidad tan parecida a esta, existe una oficina mística, habitada por expertos en transformar irregularidades en coincidencias.

Ellos no verifican, reinterpretan la realidad.

Si una certificación dice “prestación de servicios” y otra “no hay vínculo”, declaran que sí hubo vínculo, pero emocional.

Y si luego aparece una tercera diciendo “ad honorem”, eso demuestra vocación institucional.

Porque allá, la docencia ad honorem no es precariedad, es altruismo medible.

No hay nómina, pero hay karma académico.

Y aunque nadie cotiza pensión, todos cotizan a la esperanza.

El método revolucionario: sumar sin dividir

El reglamento decía que las horas debían sumarse y dividirse entre ocho.

Pero ellos descubrieron una nueva ciencia: la física del tiempo académico, donde los días se estiran, las horas se multiplican y el calendario es opcional.

Así, cuatro años pueden caber en tres instituciones distintas, al mismo tiempo, y en paralelo con la fe.

Dicen que Newton se fue de la universidad, pero Einstein se quedó a hacer el cómputo.

El comunicado que se explicó solo.

Un día, para disipar dudas, publicaron un comunicado tan solemne que parecía una confesión poética.

Aseguraron que todo se hizo conforme a los reglamentos… pero olvidaron citar el reglamento.

Que actuaron con objetividad… aunque revisaron sus propias decisiones.

Y que hubo total transparencia… aunque los vidrios estaban empañados.

Fue un acto de autodefensa tan torpe que se convirtió en autoincriminación.

En resumen: explicaron tanto, que confirmaron todo.

Epílogo: la ciencia del cumplimiento perpetuo

Así, en esa universidad tan parecida a esta, florece una nueva corriente académica: la hermenéutica del “cumple”, donde toda duda se resuelve con una firma y todo error con un comunicado.

Una escuela que enseña que la verdad institucional no se demuestra, se decreta.

Y mientras tanto, el tiempo pasa, los documentos cambian de versión y los cargos se consolidan entre aplausos discretos.

Porque en esa universidad paralela, la coherencia es un lujo, la ética una optativa… y la verdad, una beca sin cupo.

 

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